Una mirada. Una sola mirada que lo dice todo. Apenas han
pasado 12 horas y el recuerdo de tu rostro ha comenzado a disolverse en mi
mente. Tus ojos eran color café oscuros, ligeramente rasgados. También recuerdo
tus labios y tu pelo con claridad, esos que me vuelven loca. Pero sé que al
cabo de unas semanas todo esto acabará siendo reemplazado por otros nuevos
recuerdos.
Tengo miedo. Tengo miedo de no volver a acordarme de ti. Sé
que no te voy a ver nunca más y que solo con mencionar esta frase una lagrima
corre por mis mejillas.
Mucha gente pensará que no es real, que solo has sido uno
más para mí. Pero me da igual, no me importa. ¿Y sabes por qué? Porque me basta
con que tu sepas que daría todo lo que tengo por tenerte aquí a mi lado, otra
vez más. Confía en mí y cree en estas palabras que nunca llegaran a leer tus
ojos. Estés donde estés ahora, a miles de kilómetros de mí, quiero que sepas
que eres el culpable del vacío que
siento ahora mismo. Un vacío que solo un beso, un abrazo o tu simple presencia pueden
llenar. Aunque en el fondo sepa, que nunca más tendré noticia alguna acerca de
ti.
Ahora solo queda aferrarme al recuerdo. Estos 5 días han
sido los más maravillosos que he vivido este verano. No me ha hecho falta un
hotel de lujo ni un alojamiento de ensueño; tu simple presencia 7 pisos más
abajo me hacía despertar con una sonrisa de oreja a oreja y unas ganas
increíbles de volverte a ver.
Aun recuerdo como me miraban ojos que espero nunca olvidar.
Siempre te veía al fondo del pasillo y lentamente íbamos acercándonos el uno
hacia el otro, observándonos y sin quitar la mirada. Un simple “hola” me
hubiera hecho la persona más feliz del mundo pero por circunstancias que los
dos bien sabemos, no pudo ser.
Los segundos que duraban esos cruces de miradas jamás los
olvidaré, tampoco esa paz inmensa que recorría todo mi cuerpo al pasar a tu
lado. Recuerdo como me levantaba todos los días a las 8 de la mañana para
desayunar. Siempre bajaba de mal humor por no
haber dormido lo suficiente.
Al llegar al comedor
empezaba a recorrerlo en busca de tu mirada, que a veces encontraba
observándome. Entonces ese mal humor
desaparecía en milésimas de segundo, y me invadía una extraña pero
increíblemente grata sensación de paz. El mundo se quedaba en silencio y el
tiempo se paraba. En ese instante, solo estábamos tu y yo, dueños del mundo.
Mis pulmones se llenaban de aire, mi rostro de una gran sonrisa y mi corazón de
alegría, satisfacción y amor.
No te conocía de nada, pero intuía que había algo especial
entre nosotros.
Ojalá algún día pueda volver a sentir lo mismo por alguien;
pero según dicen, estas cosas solo pasan una vez en la vida.
Yo no era consciente que estaba jugando con fuego. Solo iba
a permanecer en aquel hotel 5 días y sabía que terminarían tarde o temprano.
Sábado. Después de cenar me he quedado a esperarte por si
aparecías por casualidad. Solo me apetecía volver a verte una vez más para
guardar en mi memoria tu imagen. El tiempo pasaba y mi hora de marchar llegaba.
Con las esperanzas a kilómetros de distancia, empecé a caminar hacia el coche.
Entonces has aparecido andando despacio por el pasillo. Me has mirado y al
bajar la vista te has encontrado con mi maleta. En ese momento tu rostro ha
cambiado y has continuado tu camino. Tus ojos me querían decir algo que no
terminaba de comprender. En ese mismo momento, llegó el coche que me llevaría
de vuelta a casa.
Y ahora estoy aquí, echando de menos a una persona que se ha
convertido en alguien muy importante. Alguien que voy a seguir recordando para
toda mi vida. Es extraño como una simple persona puede hacerte
sentir feliz,
completa.